viernes, 5 de marzo de 2010

Pepe Pelayo en Siglo 21

Estamos bastante vivos
(Pepe Pelayo)

Voy a hablar de un terremoto grado 8 en Santiago y 8.8 en el sur (con olas de 10 metros entrando en las poblaciones), por donde fue el epicentro. Voy a hablar del sexto terremoto
más grande de la Historia de La Humanidad. Mucho más grande que el de Haití, para dar una idea.
Esa noche vimos por televisión el Festival de Viña del Mar. Disfrutamos de un recital de Ricardo Arjona. Al final, de la madrugada, comencé a ver una película por un canal de cable, medio dormido y a las 3 y media (más o menos) comienza la cosa.
Yo, en estos 18 años viviendo en Chile, he vivido decenas de temblores. Uno se acostumbra
a que se mueva todo y espera que se calme en menos de un minuto. Esta vez no fue así.
Duró dos minutos y cada varios segundos parecía calmarse y regresaba con más fuerza.
Vivo en el piso 7 de un edificio en el barrio Las Condes, en Santiago de Chile. El edificio
era yerbita al viento. Nunca podré explicar bien lo que sentí. El movimiento caótico del
cuarto y el ruido, incluyendo las cosas que se caían, eran terrorífico. Llegó un instante
en que me rendí a la idea que se desplomaba el edificio, tipo Torres gemelas.
Sin histeria, sin exageración: en ese momento, agachado al lado de la cama, pensé en mis
seres queridos, me lamenté de no despedirme en vivo de ellos y después me concentré en tener
la mente clara para saber qué hacer en la caída, como proteger a Mireya, mi esposa.
Nunca en mi vida había pasado un susto como ese.
Después de ver a mi hijo Axel muriéndose cuando casi se ahoga a sus 6 años, este fue el
evento más duro que he vivido.
Por suerte, estamos vivos.
Salimos entonces con mi ordenador portátil en la mano (mi obra literaria y mi vida
están en él) y nos sentamos frente a nuestro edificio, junto a los demás vecinos. A las 6 de
la mañana entramos y vimos que los adornos, los cuadros, las macetas y sobre todo nuestra
biblioteca entera (más de mil libros), con estantes y todo armaba una montaña enredada
en el suelo.
Durante todo ese tiempo estuve marcando mecánicamente el celular para contactar
a Axel y a Matías (hijo mayor de Mireya. Alex y los demás hijos de Mireya están fuera
del país), también a nuestros nietos, a mi amigo Aramís, a mi suegro, a Edenia (madre
de mis hijos) y otros amigos.
Axel estaba cubriendo el Festival en Viña y fue difícil hablar con todos, porque colapsan las
líneas.
Sin luz, nos quedamos en el apartamento. Pero también soportando más de noventa
réplicas. Para los que no saben, las réplicas son nuevos movimientos menores que se
producen después del sismo.
Pero, ojo, hemos sufrido réplicas imperceptibles, pero también réplicas de hasta grado
7. Es decir, hemos sufrido réplicas ¡mayores que el terremoto de Haití!
Ahora a las 8 y 30 de la mañana hubo una de 6.3 grados, donde tumbó nuevas casas en
el sur. (Más de un millón y medio de casas afectadas y más de 300 muertos, pero sobre todo
en el campo).
Anoche llegó la luz y pudimos dormir, hasta las 4 de la mañana que nos despertó otra réplica.
Debo decir que me ha impresionado lo bien preparado que está este país para soportar
esto. Imagínense un terremoto tan desproporcionadamente grande como éste y en Santiago,
con 8 grados, sólo tres edificios en barrios de pobres (por supuesto) se hicieron inhabitables.
Santiago tiene más de 7 millones de habitantes y los muertos fueron muy pocos
(un infarto, a uno que le cayó un muro encima). Claro, autos escachados, el techo del aeropuerto
y algunos tramos de carreteras destruidas, etc.
Pero, repito, no es nada comparado con lo que pudo pasar.
Claro, en las ciudades y pueblos en el sur sí fue peor, porque hay más pobreza y son
casas de adobe, etc. y en general están menos preparados.
Y además los maremotos (olas de 10 metros que entraron) dejaron más destrucción. Porque para mí, ni cinco huracanes al mismo tiempo “le ganan” a un terremoto como éste. Pero
sí creo que un maremoto o una buena inundación es lo único peor al sismo.
Pero insisto, los cientos de edificios altísimos de Santiago están ahí intactos. En mi barrio
parece que no sucedió nada, excepto las cosas que se cayeron dentro de los apartamentos
y algunas rajaduras de los yesos que adornan las paredes y los techos.
Bueno, pensé que era el fin del mundo, pero ahora estoy seguro que ya pasamos la
prueba y nunca se caerá mi edificio.
Sólo que quedé marcado con este horrible recuerdo para
siempre.
Gracias por preocuparse por nosotros. No es necesario que nos manden nada. No
nos hace falta nada. Sólo sean caritativos y dígannos que nos quieren. Eso sí nos hace falta,
porque el único sismo que mantenemos es el nervio... el nerviosismo.
Un abrazo grande. Se les quiere mucho.
Pepe Pelayo Pérez, es escritor, actor y humorista chileno-cubano y escribió estos
apuntes especial para Siglo21.

No hay comentarios:

Publicar un comentario